Literatura Universal y Técnicas de Análisis

Aquí reúno los mejores textos literarios de la Literatura Universal. Acompaño los textos con herramientas teóricas indispensables para realizar una lectura profunda que permita relevar los efectos de sentido construidos en las obras.

jueves, 2 de octubre de 2014

Rulfo, Juan: El hombre

Publicado por Miriam L. Cañete en 13:46
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Ejemplo de Introducción

Vías de acceso a la exclusión

Un análisis de la situación socio-cultural del sujeto adolescente pobre

INTRODUCCIÓN

La obediencia a la norma y la disciplina social queda asegurada por la seducción de los bienes de consumo más que por la coerción del Estado y las instituciones panópticas (Bauman, 1999: 138)

En el nuevo sistema-mundo no hay otro lugar, para las clases pobres, que el espacio de la pobreza.

La ética del trabajo –que identificaba la figura del “obrero” con la del “pobre” (Geremek, 1998: 252)-, como instrumento disciplinador y configurador de identidades sociales, pareciera carecer de eficacia en un sistema que ya no ofrece, como antaño, un acceso directo a la inserción laboral.

En los países des-desarrollados[1], de la misma manera que en los estados industriales planificadores -como los ha denominado Galbraith (1978)-, el obrero ha pasado a ser un elemento prescindible ante la inexistencia de fuentes de empleo para su usufructo; la fábrica es un espacio del cual solo quedan recuerdos y algunas fotos. Las nuevas workhouses o poorhouses son las calles de las grandes ciudades o los asentamientos en donde se deposita a los pobres y, en algunos casos, a su moderno equivalente, los inmigrantes; y, democráticamente, se los deja en libertad para organizar su propio destino. El nuevo orden mundial esgrime, así, la mascarada de una supuesta igualdad ante la ley, sobre la cual ironizara Anatole France: “Esa majestuosa igualdad ante la ley, que permite que tanto los ricos como los pobres duerman a la noche bajo los puentes” (Fitoussi-Rosanvallon, 1997: 104).

En los Estados actuales, se han inventado elementos de control, sumisión y sometimiento más sutiles y más eficaces que los empleados en épocas anteriores. No hay necesidad de prisiones, ni de castigos, ni de hogueras; formas de control social que presentaban, por su carácter visible, una gama importante de inconvenientes. En primer lugar, no hacían más que poner en evidencia la malicia y los verdaderos intereses de quienes las instrumentaban; en segundo lugar, nunca pudieron alcanzar un completo grado de eficacia ya que la mente -o el espíritu- de los castigados podía negarse al reconocimiento de la culpa, como afirmaba Agustín; por último, la provisión e instrumentación de este tipo de control y vigilancia implicaban una inversión en gasto público que el Estado actual prefiere no afrontar. Las políticas capitalistas de los estados industriales, en el marco del auge del consumismo, han encontrado la forma de levantar otro tipo de muros, “invisibles, aunque no por eso menos tangibles, [los] muros del distanciamiento cultural” (Bauman, 1999: 28).

Zygmunt Bauman (op. cit.) afirma que la ética del trabajo –como principio organizativo social- ha sido sustituida, en las sociedades actuales, por una estética del consumo. El nuevo fenómeno, a diferencia del anterior, no está sujeto a reglas o, en el mejor de los casos, la regla es la de un “todo vale” librado a la elección de cada individuo. Fitoussi y Rosanvallon (op. cit.), por su parte, coinciden en que esta transformación social ha opacado las antes transparentes diferencias categoriales y, por lo tanto, la sociedad se ha vuelto ilegible.

En este artículo, se acompañan los argumentos de Bauman hasta el punto en que el autor presenta el nuevo sistema consumista como un laissez faire en el cual no existe principio organizador sino la elección arbitraria del individuo –convertido en consumidor- generada por la seducción de la estética del consumo. A partir de allí, se articula una primera hipótesis. Entendiendo cultura como producto del accionar humano, todo tipo de expresión -individual o colectiva, intencional o espontánea- es un fenómeno cultural. Así, las actuales sociedades han visto surgir ciertas manifestaciones culturales –la moda, el cine y la televisión, el deporte, la música, entre otras- que se presentan, en su mayoría, como fruto de la espontaneidad o como fenómenos devenidos naturalmente de las condiciones socio-histórico-geográficas y socialmente considerados como emergentes espontáneos que traducen sentires y saberes colectiva o individualmente elaborados. La estética del consumo sería, al decir de Bauman, un producto de este tipo. El consumo no poseería reglas porque, de contar con ellas, la elección –necesaria para que el individuo se sienta incorporado a esta estética- no sería tal.

Desde el marco conceptual presentado por Bauman, se sostiene aquí que la estética del consumo, como producción cultural, es el nuevo instrumento de control y, por lo tanto, la nueva normativa que establece y rige el nuevo sistema diferenciador.

Si bien la estética del consumo afecta a todas las capas sociales y a todas las franjas etáreas, el sujeto adolescente presenta características que lo convierten en el actor social más vulnerable ante la cultura del consumismo. Por esta razón, al dar cuenta de las características mencionadas, se atenderá, en especial, al perfil del adolescente de las clases pobres.

Para que exista la juventud deben existir, por una parte, una serie de condiciones sociales (es decir, normas, comportamientos e instituciones que distingan a los jóvenes de otros grupos de edad) y, por otra parte, una serie de imágenes culturales (es decir, valores, atributos y ritos asociados específicamente a los jóvenes). Tanto unas como otras dependen de la estructura social en su conjunto, es decir, de las formas de subsistencia, las instituciones políticas y las cosmovisiones ideológicas que predominan en cada tipo de sociedad (Feixa, 1999:18).

En consonancia con las afirmaciones de Feixa, desde este trabajo se afirma que la juventud –como estructura tipológica con características distintivas- es una construcción social organizada y sujeta a las leyes del mercado de consumo.

Bauman describe, lúcidamente, la forma en que los sujetos productores –propuestos como tipos ideales por la ética del trabajo- son transformados, en la actualidad, en sujetos consumidores. Apartándose de los postulados del sociólogo, este artículo propone y analiza cuatro factores que producen e imponen un determinado perfil para el consumidor adolescente de las clases carenciadas. La hipótesis central de este trabajo se articula en este punto. La sociedad ha producido, a partir de la instrumentación de estos factores culturales, cuatro vías de exclusión del sujeto-adolescente-pobre. Ante la mascarada de la aceptación de las diferencias culturales, la democracia y la igualdad, las sociedades actuales imponen un nuevo orden que sustituye la antigua ética del trabajo. Las cuatro vías de exclusión abarcan todo el espectro socio-cultural en que se mueve el sector adolescente: la educación, la moda, el deporte y la música. Los cuatro campos mencionados han sido, tradicionalmente, espacios propios de los jóvenes y territorio privilegiado para su desarrollo. En la actualidad, son usinas ideológicas que producen y reproducen un perfil que hace peligrar el desarrollo cognitivo de cualquier sujeto social. Pero se entiende aquí que, por las características impresas en el molde, el sujeto-adolescente-pobre es el que se verá profunda e inexorablemente afectado.

En la primera parte de este trabajo, y en consonancia con los postulados de Zygmunt Bauman, se describirá la forma en que la sociedad produjo y reguló la ética del trabajo. En la segunda, se analizan los cuatro factores que hacen a la exclusión social del sujeto-adolescente-pobre. Por último, se resumen las ideas centrales del artículo en las conclusiones.



[1] La tan difundida expresión “países no desarrollados” no refleja la verdadera condición de la región iberoamericana. En realidad, la carencia o ausencia de desarrollo es un fenómeno “producido” –por lo tanto, intencional- por un conjunto de “factores que han coartado” el crecimiento y el desarrollo de América Central y del Sur. Por esta razón, considero más apropiado utilizar el giro “países des-desarrollados”, ya que este da cuenta de una acción efectuada, sobre las regiones mencionadas, por otros Estados en beneficio de su propio desarrollo.

Ejemplo 1

Steimberg señala el carácter “de institución –relativamente estable- de los géneros” y los define como

Clases de textos u objetos culturales, discriminables en todo lenguaje o soporte mediático, que presentan diferencias sistemáticas entre sí y que, en su recurrencia histórica, instituyen condiciones de previsibilidad en distintas áreas de desempeño semiótico e intercambio social. (Steimberg, 2005: 41).

Ejemplo 3

Parece posible que la expresión conciencia ingenua no sea otra cosa que una modalidad inocente para designar el proceso cognitivo realizado por ese tipo de lector/espectador desprevenido o por aquel que, en otro lugar del artículo, es definido como telespectador y distinguido de la especie observador. Lo que diferencia al primero de este último es que aquel no contaría con las herramientas necesarias y apropiadas para diferir entre realidad y ficción y lo objetivo y lo subjetivo. (Verón, 2000).

Ejemplo 2

Se entiende retórica “como una dimensión esencial a todo acto de significación”, como la definiera Claude Bremond (1974). Esta “dimensión esencial” excede el ornamento discursivo para abarcar todos los “mecanismos de configuración de un texto que devienen en la ‘combinatoria’ de rasgos que permite diferenciarlo de otros” (Steimberg, op. cit.: 44).

Ejemplo 4

Ilustra aun más la perspectiva que aquí se sostiene, la distinción entre espacio y lugar apuntada por la holandesa Mieke Bal (1999). La crítica y teórica literaria entiende que, al hablar de lugar, se hace referencia a la forma física o posición geográfica en que se ubican los personajes y suceden los acontecimientos. Por el contrario, el espacio se configura mediante la percepción –de ahí que el planteo de Verón sea “eminentemente cognitivo” (Bitonte, 2003: 315)- que personajes o narradores tienen de un lugar determinado. Los tres elementos del proceso perceptivo son la vista, el oído y el tacto. Bal agrega que los espacios, en el universo diegético, pueden funcionar de dos formas: espacio marco es aquel que solo se presenta como lugar en que acontece la acción y se mueven los personajes, y espacio tematizado es el que se convierte en objeto de presentación por sí mismo; el primero es escenario, el segundo es un lugar de actuación y se define en función de la percepción de sus características y de los efectos que provoca en los personajes y, en algunos casos, en la acción3.

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3 Uno de los casos paradigmáticos puede ser observado en “Casa tomada”, de Julio Cortázar. La enunciación –un narrador en primera persona protagonista que prefiere el anonimato: “Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia”- se realiza mediante una retórica monótona y repetitiva, como las actividades que Irene y el narrador realizan en una casa que parece haberse constituido en el principio organizador de las vidas de ambos. “Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (…) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella (…). Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa (…) A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. (…) Cómo no acordarme de la distribución de la casa”. Al encarar la interpretación del famoso cuento de Cortázar, se infiere que la casa es el espacio mental mediante el que se han ido constituyendo las personalidades de Irene y el narrador y que, por otra parte, ha impuesto su “vínculo” estigmatizante. Más allá de lo fantástico y de lo sociopolítico, desde una perspectiva psicoanalítica, la casa puede ser entendida como el obstáculo genético y emocional que impide a los personajes dar rienda suelta a ese sentimiento incestuoso, casi inconsciente, que puja desde el interior y al que ellos no pueden “cerrar la puerta”. Pero lo que da lugar a la configuración de ese espacio mental que produce la ruptura de escala entre lo viejo y lo nuevo y el pasaje al nuevo espacio es, sin dudas, la representación social de lo que debe ser entendido como “relación entre hermanos”. Freud hablaría del “tabú”.

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